Probablemente te hayas hecho esta pregunta si vas a ser mamá o te la sigas haciendo si ya tienes uno o varios hijos: ¿Debo trabajar o no?
En mi caso esta pregunta me la he hecho desde que me convertí en madre. Empecé a trabajar a los 17 años y era necesario porque necesitaba solventar mis gastos.
Cuando me embaracé de mi primera hija a los 28, mi esposo y yo jamás contemplamos la opción de que dejara mi trabajo pues me gustaba mucho lo que hacía (psicóloga escolar en un colegio). El primer día que mi hija fue a guardería (a los 46 días de nacida), sentí que mi corazón se partió en dos y me culpé por ser la peor madre del mundo. Recuerdo que cuando fui por ella lloré toda la tarde, me preguntaba si estaría haciendo lo correcto e incluso me recriminaba por haber decidido seguir laborando, pero afortunadamente conforme pasaron los días me fui acostumbrando a la nueva rutina hasta que sentí que la vida laboral y la maternidad se podían complementar.
Cuatro años y medio después decidí salirme de trabajar para cuidar a mi segundo hijo pues si la niña era enfermiza, él era tres veces más y la decisión la tomé en conjunto con mi esposo y en ese momento supe que era yo quien debía cuidarlo, que era yo la que quería estar con él unos meses en lo que mejoraba su sistema inmunológico.
Después de un año ocho meses, el día de ayer regresé a trabajar en un horario formal y ha sido una de las mejores contrataciones que he tenido, pues no iba a entrevista, iba a conocer unas instalaciones y me acabaron haciendo una propuesta que no pude resistir pues se complementan perfecto los horarios de mis hijos y las funciones que desempeño.
Entonces he estado en los “dos bandos” y me refiero así a esto pues así lo veo: El bando de las mamás que no trabajan y el de las mamás que trabajan. Nadie las ha separado en estos dos bandos, dudo que su núcleo familiar las juzgue, pero siento que en ocasiones existe una rivalidad de forma implícita y a veces una competencia por ver quien es la mejor mamá.
Si me has leído, ya te habrás dado cuenta que mi forma de pensar es “vive y deja vivir” y por eso creo que trabajar o no es una decisión personal que requiere analizar varios puntos:
¿Qué te hace feliz? Para las dos opciones debes de analizar esto y se vale ser sincera contigo y decirte: amo a mis hijos pero me fascina trabajar y quiero cumplir las metas laborales que me he trazado o amo a mis hijos y no quiero que un trabajo demande mi tiempo el cual quiero dedicárselo a ellos.
¿Cómo está tu situación económica? ¡Esto es súper importante! Nadie más que tu sabes cuanto necesitas el ingreso para sobrevivir o mantener a tus hijos y si estás en una situación muy holgada económicamente no significa que no debas trabajar. A lo que voy con esto es que puedes buscar la forma de balancear lo económico con la maternidad, un ejemplo más concreto es: Tienes un trabajo de tiempo completo y tienes la opción de encontrar otro que trabajes un par de horas menos por un poco menos de sueldo. Pon en la balanza y analiza que es lo que más se ajusta a tus necesidades. Si dejaste de trabajar para estar con tus hijos, puede ser que antes de tenerlos hayas tenido un puesto muy alto o ganaras mucho dinero, pero si deseas - necesitas mantenerte activa y solventar los gastos del hogar, no te preocupes si consigues un empleo que no se parece en nada al que tenías. Recuerda que ahora estás analizando el costo-beneficio y balanceando el tiempo que estarás con tu familia.
¿Qué te haría sentir menos culpa? En esta pregunta también debes ser muy sincera contigo y decidir por ti y para ti. Si te sientes culpable por abandonar tu carrera profesional por cuidar a tus hijos, entonces deberías continuar trazando tu carrera y combinarla con la maternidad. Pero si la culpa de dejar a tus hijos al cuidado de alguien más te sobrepasa y no te deja estar tranquila, entonces una opción podría ser estar con ellos los primeros meses o años de vida.
¿Cómo es tu personalidad? Analiza si eres creativa, activa, aprensiva, paciente, sociable o tímida y en base a eso carga la balanza hacia el lado que creas que puedes manejar mejor y en cual lado podrás dar lo mejor de ti.
En mi experiencia estando en los dos lados, te digo que cada uno tiene su propio beneficio, sus ventajas y sus retos. Si eliges:
TRABAJAR. Mantener tu nombre de pila y tu identidad es el primer beneficio que encontré, ya que en el trabajo eres Ana, Carolina, Mariana... Eres la maestra, mercadóloga, abogada, dentista, ingeniera y esas horas laborales a mi me ayudan a que mi mente y yo estemos activas, ocupadas y se vayan las pequeñas telarañas que se forman y me hacen pensar demasiado.
NO TRABAJAR: El primer beneficio que pienso, en mi caso, fue la salud de mi hijo, ya que al estar en casa con él, sanó y pasaron muchos meses antes de que volviera a enfermar. Sin embargo no todos los niños se enferman así como él y este podrÍa no ser un beneficio para ti, pero sí lo puede ser el estar para ellos las 24 horas, ser su punto base durante todo el día y tener la flexibilidad de poder decidir sobre tu tiempo y tus actividades.
Ningún lado es mejor que el otro, ninguno es malo, simplemente elige el que convenga más a ti y a los tuyos y de esta forma te sentirás plena y tus hijos tendrán a una mamá feliz.
No importa cuantas horas trabajes o cuantas horas estés con ellos, lo importante es el mensaje que les des con tus acciones y si el mensaje que les das es que estás haciendo lo que te llena, lo que te hace sentir plena y feliz, ellos van a estar bien y crecerán con excelentes recursos para afrontar la vida.
Con cariño para todas las que formamos parte del mismo bando: SER MAMÁS.
Gabriela