Desde que tengo uso de razón, recuerdo esperar muy entusiasmada el momento de comer las 12 uvas para pedir los 12 deseos.
Esos deseos muchas veces eran cosas materiales o cosas que dependían de mi; sin embargo las pedía creyendo que se cumplirían mágicamente solo porque así debía de ser.
Recuerdo conforme empecé a crecer, en específico al llegar a la edad adulta, permitir un poco de recriminación hacia mi por no haber cumplido lo que pedí. Al pasar los años, esa recriminación se volvió un verdadero juez al que lo acompañaban la culpa y la nostalgia y sin darme cuenta daba un mayor poder a esos deseos.
Hace un momento empecé a reflexionar sobre lo que quería escribir, me di cuenta que desde hace dos años no le doy tanta importancia a este ritual, que no pasaba nada si no me comía las 12 uvas, si no alcanzaba a pedir los 12 deseos porque lo más importante era disfrutar de ese momento y los deseos se convirtieron en los deseos de una mujer y una mamá: ser feliz y ver felices a mis hijos.
Pareciera que esto no es importante pero para mi si lo es ¿Sabes por qué? Porque con esto me di cuenta que hace tiempo empecé a andar por el camino de la reconciliación hacia mi, bajando un poco las expectativas juiciosas hacia mi y permitiéndome disfrutar de ciertos momentos.
Hoy me juzgo menos, me quiero mas, me acepto, me motivo, me comprendo y lo más importante es que no permito que otras personas con sus propias creencias arraigadas vengan a destruir lo poco que he avanzado.
Mis 12 deseos para este nuevo año se redujeron a solo uno: Tener la suficiente claridad, sentido común, amor propio y poder de decisión.
Mi deseo para ti es que vivas plenamente, intensamente y de la mejor manera.
Gracias 2018 porque fuiste un año de respuestas después de un año que me cuestionó mucho y me movió de mi zona de confort. Bienvenido seas 2019 porque se que este año será de acciones concretas para seguir creciendo siempre viendo hacia adelante.
¡Feliz año!!!
Gaby