Porque llena de suspiros el alma

¿Se acuerdan que les platiqué que en Febrero viajé a San Francisco y un día conocí a una mujer que me inspiró mucho? Si no saben de que les hablo den click aquí cuando terminen de leer este.
Bueno desde entonces me quedé con las ganas de escribir sobre la experiencia de recorrer una ciudad sola. A este viaje acompañé al esposo, pues él iba a un asunto de negocios, me invitó y pues no me negué 😆 ya que en específico esa ciudad, estaba desde hace mucho en mi lista de lugares por conocer.

Como él estaría encerrado en una convención dos días, yo aproveché y antes de viajar investigué con familiares, amigos y mi adorado Google los lugares que DEBÍA conocer. Mi hermano me regaló este libro que se los recomiendo ampliamente TOP 10 San Francisco de Eyewitness Travel y junto con la aplicación de Google Maps, en la cual descargué el mapa para tenerlo offline, me moví por toda la ciudad.
El primer día, juntos conocimos Fisherma's Wharf, el Pier 39, fuimos a Ghirardelli Square, al Golden Gate y a la famosa Lombard Street.
Pero al segundo día debía moverme sola (cosa que créanme o no jamás había hecho en una ciudad desconocida). Con determinación y nervios me arreglé, salí del hotel y desayuné en un Starbucks porque estaba muy cerca de ahí y porque tenía muchísima hambre. Así que me senté a comer lentamente mientras observaba a la gente pasar en la calle, los analizaba para convertirme en una citadina y que no se me notara lo turista.
Ese café y ese croissant fueron el primer suspiro de libertad y paz para mi alma ya que no tenía prisas, no había una rutina, estaba yo sola conmigo decidiendo qué hacer en mi día (fue maravilloso).
Caminé con mis audífonos puestos como todos, con seguridad y determinación hasta que vi la tienda Whole Foods que no estaba en mis planes ese día pero que me decía: veennn.
De ahí tomé un bus que me llevó de nuevo a Fisherman's Wharf, tenía una hora disponible antes de la salida a Alcatraz. Caminé hacia otro camión que me llevaría al Pier 33, pero cambié de idea, decidí que iría caminando y ahí si me convertí en turista al entrar a TODAS las tiendas de souvenirs. Ese fue mi segundo suspiro de libertad y debo confesar que me gustó.
Lo que en un principio eran miedos y culpa por dejar a los hijos (que sabíamos estarían muy bien cuidados por los abuelos paternos y la abuela materna - Gracias!) se convirtió en una sensación de bienestar, de tener algo que almacenar en mi memoria, algo que compartir, en una necesidad de fotografiar cada momento, platicar con extraños o sentarme en una banca a hacer nada.
No les negaré que en la fila para subir al Ferry que nos llevaría a Alcatraz, me sentí extraña por ser la única que iba sola. A mi alrededor todos platicaban en pareja o en grupos grandes y yo me sentía FOREVER ALONE ahí parada con mi celular en una mano y una bolsa en la otra que tenía una sudadera que me compré minutos antes sabiendo que la cargaría todo el día, pero que no quise permitirme el "mejor la compro después". Era mía, me la llevaría y punto.
Alcatraz tiene una magia que te hace sentir cosas desde que te subes al Ferry que te permite a admirar toda la bahía y recorrer cada lugar de la prisión. Fue una experiencia única. Desde el Pier 33 puse una palomita a la Coit Tower ya que al verla desde ahí, decidí que por mi salud y la de mis piernas, no sería necesario subir hasta ella.
Fui a conocer el Ferry Market y el Bay Bridge el cual tiene un "algo" que me atrapó, no sé si son los focos que lo decoran, el conjunto del Ferry Market con el de fondo o que me despertó curiosidad porque ya me habían hablado de el.
Comí en Union Square y admiraré el contraste con el resto de la ciudad. En la noche, fuimos al Barrio Chino - Chinatown y cenamos en Little Italy. Para este momento yo ya era una experta en la ciudad, medios de transporte, calles, ahí sentí el suspiro de aventura para mi alma.
El tercer y último día tenía que recorrer varios lugares más, así que fui directo a conocer el Palacio de las Artes Finas - Palace of Fine Arts y ese lugar y yo tenemos algo, no podía irme de ahí. Tiene una energía muy peculiar que me invitaba a quedarme, a escuchar los sonidos, a admirar las columnas, el lago, los patos, la fuente. Fue un momento de inspiración y de esos que te llenan el alma, te recargan la batería y se convierten en "tu lugar feliz". Ahí fue el suspiro de introspección, fue momento de replantearme ideas, de pensar en mi, de detenerme a observar en donde estoy parada y hacia a donde quiero llegar.
Logré irme al Golden Gate Park, en específico al Jardín Japonés - Japanese Garden y conocí a Sunny Sky. Me enamoré de este lugar, desayuné-comí el mejor sandwich con el mejor pay de queso de té verde, aunque creo que la magia la hizo lo que me rodeaba y toda la experiencia que estaba agregando a mi vida. Suspiro de felicidad para el alma.
El tiempo corría y yo debía hacerlo también, así que fui a Haight-Ashbury contrastando con mis momentos Zen anteriores. Fue una experiencia muy divertida recorrer el lugar, ver las tiendas, la gente. Corre Gaby! Así que ahí nos encontramos el esposo y yo y juntos fuimos a conocer las Damas Pintadas - Painted Ladies, volvimos a Union Square a tomar el tranvía - Cable Car que me llevó por tercera vez a Fisherman's Wharf (si, lo sé, pude comprar la sudadera ese día sin tenerla que cargar 10 horas, pero no sabía que volvería) y por último fuimos a conocer la Grace Cathedral (que estaba cerrada) y ahí terminó la aventura turística.
Después de todo esto lo que quiero transmitir es: Ese viaje despertó en mi una necesidad de viajar que parecía estar dormida en mi interior y despertó también las ganas de alguna que otra vez, hacerlo completamente sola. Aclaro que viajar en pareja o grupo es muy satisfactorio también y te llenas de otras energías y recuerdos para siempre.
Sé que mucha gente acostumbra viajar sola y que no he descubierto el hilo negro, pero yo descubrí el lado sexy (diría mi hermano) de moverte solo en una ciudad, de decidir desde a donde ir, que comer, en qué momento descansar y cuanto más forzarte por el simple hecho de poner una palomita a cada lugar que quieres conocer.
Este tipo de viajes nos puede ayudar a reencontrarnos, sirven para pensar, para meditar, para hacer cosas que no haríamos en el día a día (como caminar con una extraña que te cuenta su vida o "comer" a las 11:20 am) y nos sirven para despertar alguna parte de nosotros que se estaba empolvada en algún rincón y que nos hace recordar ciertos propósitos en nuestra vida.
En este viaje llené de suspiros mi alma, la mochila de recuerdos, mi vida de metas nuevas a corto, mediano y largo plazo y de hermosos aprendizajes como: creer firmemente que la felicidad es un estado que depende de mi, que el presente es tan efímero que tengo que concentrarme en el, que debo dejar miedos que me atan y que haga las cosas por mi sin pensar en el qué dirán.
Con cariño,
Gabriela (bloggera de viajes por un día)